domingo, 29 de marzo de 2020

Covid 19. BITÁCORA DE UN MUNDO REINVENTADO. Capítulo 6


Loic Vendrame

Miércoles 25

¿Por qué vamos a trabajar? No es por la gloria, ni por los aplausos. Nadie se engaña demasiado en este punto, en un par de meses volveremos a ser unos pringados trabajando en precario; ¿de dónde van a salir los fondos para ampliar el servicio? Me vienen a la cabeza los funerales militares y me cabreo, ¿a quién le importa una mierda la foto de las autoridades en su entierro? Yo quiero hacerme viejecita y conocer a mis nietos, como todo el mundo.
Si no es la gloria, entonces es la negación. Vamos cada día al trabajo porque a nosotros no nos va a pasar nada. Se añade la necesidad de cumplir viejas rutinas, viejos itinerarios. Es nuestra manera de empujar esta maldición que parece soñada, habitamos un doble fondo en el que lo real y lo irreal se tocan y nuestro empeño en ser los mismos hará saltar por los aires la pesadilla. Si hacemos algo distinto entonces dejamos que la pandemia se meta en la raíz de nuestras vidas. 
Además, no nos ha dado tiempo a encontrar otra forma de ser útiles. Defendemos con uñas y dientes la noción de meta, de valía personal. Perderla durante mucho tiempo puede mutar en la antesala del suicidio.

Jueves 26

La chica de la bici me ha dado esquinazo como era de esperar. Me acerco a su casa de la playa a la hora convenida y no está. Ya tiene su paga y su tabaco, no le hace falta una psiquiatra metiendo las narices en su vida. Es lista, intuye con buen criterio que me ha enviado su familia.
Curioseo por el bloque unos minutos más y pego alguna voz para que me abra, el timbre está inutilizado, le habrán cortado la luz ni se sabe cuándo.
Al volver descubro a tres vecinos escrutándome desde el césped. He aparcado mi huevo de la Conselleria delante y soy un espécimen morboso, una novedad. Una señora rubia con dos dedos de raya asegura que ella no ha salido más que a por el pan. No le he preguntado. La felicito y asiente reconfortada, mantiene tres metros de distancia con sus vecinos, todos tiesos y expectantes como si posaran para la portada de una banda. Improvisamos una charla insustancial sobre lo que hacen y no hacen. Me siento examinada con ojos solícitos y recelosos, como si fuera la granjera de un rebaño humano. Me indican dónde puedo encontrar a la chica de la bici y sé que nada más darles la espalda ya estarán especulando sobre ella y odiándome a mí por no encerrarla. No he dicho que soy psiquiatra, pero ella es la loca del barrio.
Conduzco con poca fe hasta la puerta del Consum pero tampoco la encuentro, siento una mezcla de alivio y congoja que me hace conducir sin rumbo por los bloques mientras una lluvia imprevista se espesa sobre el pueblo. Cuando me he perdido definitivamente apago el motor para buscar en el Google Maps pero no lo hago. El ruido de la lluvia sobre la chapa del coche es un arrullo cercano a la música y me calma. Delante de mí se oscurece poco a poco el esqueleto de un edificio que se infartó en la crisis del ladrillo y que se levanta desde entonces como baluarte del fracaso. Veo belleza en los esqueletos. Me remiten al eje, a la esencia. A lo que permite esta ilusión de vida y de movimiento que nos embarga hasta la tumba. Su misterio nunca termina. Pronto descubro que me costará mucho darle a la llave otra vez. El gozo de saberse perdida, en un lugar y un momento en el que nadie te reclama para nada, es un regalo inesperado. La lluvia se aclara poco a poco y yo viajo a las semanas de pascua de mi infancia, en una urbanización playera parecida a esta, matando las horas en el club social con olor al huevo cocido de las monas.
Cuando llego a casa, la lluvia se alterna con los claros de sol en una mezcla hermosa. Rafa dormita frente al balcón y los geranios reflejan el sol que los destaca como un foco, el conjunto es un fondo idóneo para el recitativo de Bach que suena en su móvil. Ha descubierto La Pasión Según San Mateo en Spotify y se ha quedado dormido. Me pregunta cómo ha ido con los ojos entornados y un interés perezoso. El recitativo avanza, Pedro niega a Jesús tres veces antes de que cante el gallo. Repaso de nuevo la luz y la lluvia sobre los geranios y me digo si nosotros hemos negado también a la Madre Naturaleza tres veces, ¿quién pagará nuestro pecado? 
Pedro llora amargamente. Yo me voy a la cocina y engullo un plato de sobras pasado de calorías: pizza, ravioli de setas y dos salchichas. Todo tibio y mezclado con desorden en el mismo plato.  

Viernes 27

¿Qué se hace con el valor? ¿Qué se hace con el miedo? Me parece que el miedo se ha diluido después de pasar días saludándolo cada mañana. Debe de ser como matar al primer hombre en la guerra, después no queda sentido para las preguntas.
Se necesita gente para la planta de Interna. Por la noche hablo con mi compañera por teléfono y me lo explica todo con una naturalidad que me aterra. Se trata de ir detrás de ella por la planta tomando las constantes en una libreta para luego volcarlas en el ordenador, ella no puede escribir mientras examina. “Tú te quedas en la puerta”, ha dicho, y no me ha ilusionado nada que yo le parezca idónea por manejar bien el Integrator. En el fondo la contacté para que me confirmara que un psiquiatra no sirve de nada. Una voz infantil la reclamaba detrás del teléfono, más infantil que mi hija.
Empezaremos el martes. No le he preguntado si tenemos ya EPIs, la respuesta me hubiera hecho daño.



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