jueves, 21 de septiembre de 2017

Es Migjorn o el tiempo pintado de blanco

A la entrada del pueblo está la casa del abuelo inglés: si el Mercedes rancio sigue aparcado en la puerta, el viejo ha sobrevivido otro invierno. 
Elegimos siempre el mismo hotel al final de Es Migjorn, más allá del cementerio donde las tumbas encaladas reflejan la luz blanca que nos hará guiñar los ojos todo el día. Un pueblo que pinta de blanco sus cementerios sólo promete tregua, una alegre celebración del tiempo o su negación misma.

Resultado de imagen de es migjorn gran cementerio
http://www.menorcaweb.com/portal/img/fotografies/999/cementiri-2.jpg

De Menorca nos atrae la foto fija, la misma línea en el horizonte. Encontrar las mismas sonrisas, los mismos paisajes, las mismas gaviotas que se encaraman a los cortados de caliza y nos clavan sus ojillos huraños diciendo “devuélveme mi cala, forastero”. Son una única y repetida gaviota, siempre la misma.

Resultado de imagen de menorca gaviotas
http://1.bp.blogspot.com/_rsInhL8uv34/SSmuW4o2wbI/AAAAAAAAAgs/4xu54BLDN20/s400/Imagen+302.jpg

A diferencia nuestra, ellas están mimetizadas con el paisaje y exhiben la misma dignidad que las abuelas del pueblo cuando sacan sus sillas a la puerta y nos miran enigmáticas, en silencio, a veces masticando un catalán cerrado y lleno de oquedades. La misma conversación repetida de año en año.

Pero no puedo engañarme más: Manuel ha borrado la infancia de su cara este verano y Rocío va dejando atrás la niña gritona que era, tiene una zancada que se estira prodigiosamente como la de su hermano.
Aunque nuestros hijos cambien, queremos encontrar los ecos de su redondez en cada cala, en cada recodo de los caminos de arcilla, en cada itinerario por las calles torcidas de Ciudadela. Nosotros mismos nos rastreamos en el camino de San Joan de Misa, flexibles e ingrávidos sobre una bicicleta alquilada hace veinte años, con una mochila cargada de pan, aceite y gazpacho. Sin hora de vuelta. Nos añoramos en Ca Antonio, en aquél hostal que sólo ofrecía desayunos rancios, una cama y una ventana limpia sobre la cala, inundada de ocaso.

Resultado de imagen de menorca ocaso
http://cdn.xl.thumbs.canstockphoto.com/canstock16744253.jpg

Este verano, sin embargo, se cumplen dos décadas de la primera Menorca. Conducimos despacio con las ventanillas bajadas para que la manzanilla y el romero entren en la cabina con el canto de las chicharras. Pero el Consell ha decidido ampliar la carretera que cruza la isla con un tercer carril, el supermercado se ha reformado para competir con otro nuevo donde venden hasta zapatillas y el hotel ampliará en breve su número de habitaciones. De camino a Mitjana, el primer día, las noticias escupían datos sobre el atentado yihadista en Barcelona y nos torció el gesto hasta dar la primera brazada. ¿Se puede aspirar al paraíso en este planeta, aunque solo sea una fantasía armada en la cabeza durante siete días?

Resultado de imagen de menorca paraiso
http://www.islaparaisomenorca.com/content/01/gridSystemArea/0/teaserImgBinary/menorca-islaparaiso.png

El abuelo inglés es nuestro marcador para ello, nuestro metrono silencioso. Al rondar el mediodía le solemos encontrar en el antiguo supermercado cogiendo las zanahorias a puñados y metiéndolas en la bolsa después de pesarlas. Podría llamarse Nick o Phil, elegiré el nombre que me dé la gana porque he olvidado su nombre real, aunque un amigo me lo presentó hace años. Yo presumo desde entonces que no se acuerda de mí pero quizá me equivoque. Tiene la mirada sagaz y transparente, como un reptil. Nunca nos saludamos, pero yo acecho sus movimientos cuando no puede verme y compruebo que mantiene la misma agilidad de británico andarines. Alto, enjuto y bronceado, cuando estira la barbilla para ver el precio de las zanahorias la piel del gaznate se despliega como si fuera una tortuga centenaria. No ha perdido la mata de pelo blanco que ya emite un fulgor verdoso. ¿El tiempo no pasa por él?

Quisiera volver a casa con la convicción de que el año que viene nada habrá cambiado. Que el viejo Nick seguirá aparcando su Mercedes color butano a la puerta de la casa roja, la primera del pueblo. Pero puede que no lo encuentre, ¿qué nos contaremos entonces? ¿Qué historia urdiremos para que no se rompa el engaño?