viernes, 1 de noviembre de 2019

Of Mice and men: Cuando la ternura fue letal


Miles de desheredados recorren las granjas de EEUU en los años de la Gran Depresión. Las crónicas de la época dan cuenta de cifras y porcentajes. Steinbeck distingue dos rostros entre la marea y los saca de la categoría de bulto para clavarlos por siempre en el imaginario colectivo. Son George y Lennie. El gigante incapaz y su astuto escudero. El corazón sin cerebro y su amigo fiel. Frankenstein y su lazarillo.

De ratones y de hombres sugiere un largo tratado sobre especies animales pero contiene sólo cien páginas donde caben asombrosamente Lennie y sus manos.


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No es un texto científico pero da cuenta de lo que nos define como especie. El autor que recibió el Nobel en 1962 lo logra con el gigante más tierno de la literatura norteamericana. Son las manos de Lennie las que merecieron tal galardón; como las del Rey Midas, están malditas. Son tan potentes como su deseo de criar conejos, su desamparo o su ansia de que George siga sacándole de los apuros en los que lo mete su mala cabeza. No puede ni pensar en prescindir de él y de su relato: la promesa de un trozo de tierra, una estufa en invierno y montones de heno para alimentar a sus conejos. 

George personifica así el papel del storyteller, otro elemento imprescindible para el salto evolutivo del Homo Sapiens. Sin historias no hay esperanza y sin esperanza no hay sentido. A fuerza de repertírselas a su infeliz amigo, el mismo George acabará haciéndolas reales en su cabeza. Lennie de momento se contentará con escucharle, obedecerle y acariciar (más bien liquidar) ratones y perros pero la tensión crece y esas manos que estrujan articulaciones como si fueran cáscaras de pipa pueden posarse en cualquier momento sobre un cuello humano.

Lennie sufre de autismo y es un bebé monstruoso atrapado en un corpachón de hierro. Un incapaz en una época inclemente con los incapaces. El novelista nos dará cuenta de una lista de ellos empezando por el perro viejo de un jornalero lisiado. Asistiremos al sacrificio de la mascota en crudo sin que el narrador haga una mínima incursión en las emociones de los testigos. Es un narrador cámara y opera en seco. Tampoco se da a la prosa con abalorios, los diálogos son ágiles y coloquiales, se escupen con contundencia y levantan un pequeño cráter en el polvo.

La soledad embrutece a todos los personajes del pequeño universo donde han ido a parar los dos jornaleros pero Lennie tiene más que ninguno de ellos: tiene un amigo fiel y tiene un sueño. Acaricia cachorros de perro hasta aplastarlos mientras los demás matan las horas apostando con las cartas o en un burdel. La miseria y la soledad los hace más canallas y violentos. El viejo lisiado, el negro y el autista están a la cola de la desgracia pero hay alguien por detrás y es la mujer de Curly, el único personaje femenino. Steinbeck no le concede ni un nombre propio. Lennie, nuestro pobre jornalero con intereses restringidos, sólo se calma acariciando algo suave pero pronto será el pelo sedoso de ella. Necesita alcanzarla pero la ternura de sus manos es letal. 

El autor explotará hasta la última página el potencial de esta metáfora. Ilustra así un mundo donde mostrar afecto o la tentación de soñar liquida al instante. Asistimos a la singularidad del monstruo pero también a la monstruosidad de quienes se hacen llamar hombres. Sin la ternura y sin nuestros sueños ¿qué nos distingue de las bestias?

Steinbeck se dio a conocer con esta joya del género breve en el 37. Ensayaba aquí lo que sería su obra más lograda: Las uvas de la ira. Corrían tiempos en los que un escritor que pudiera ensartar la vida y la desgracia tenía que ser inevitablemente celebrado. Y él lo hizo. Había pululado en los escenarios de sus relatos, había dejado incompleta su carrera en Stanford y había trabajado con sus manos. Posiblemente asistió o escuchó hablar de algún caso como el de su antihéroe. Se comprometió con el New Deal de Roosevelt y pasó al activismo pero, sobre todo, nos dejó las manos de Lennie para el recuerdo. 

Un legado admonitorio.

Ver las imágenes de origen
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EN CINE: 

Versión 1992, dirigida por Gary Sinise, con John Malkovich:

http://www.sensacine.com/peliculas/pelicula-7635/

Trailer: http://www.sensacine.com/peliculas/pelicula-7635/trailer-19535682/

Versión clásica, 1939, dirigida por Lewis Milestone:

https://www.filmin.es/pelicula/de-ratones-y-hombres?origin=searcher&origin-type=primary

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